¿Escuchás el compás de los caballos que galopan?
¿Escuchás el chirriante sonido de las espadas que
entrechocan?
entrechocan?
¿Ves las lágrimas que derraman los amantes?
¿Ves los fuegos que se extienden, imparables, sobre las
praderas?
praderas?
¿Ves los sacrificios, las marchas, las vigilias, las
súplicas?
súplicas?
¿Ves al héroe que conquista la alta cima,
para derramar sobre el mundo su mirada compasiva?
¿Ves al dragón adormecido bajo la tierra,
Iluminando cavernas impensadas con el reflejo pálido de su
vista?
vista?
¿Ves las ciudades arrasadas, los ejércitos en marcha,
las flotas de naves incontables, de velámenes negros,
que se elevan con las olas de un mar embravecido?
¿Ves a la princesa, hermosa y descalza sobre la hierba,
que baila entre la brisa y se engalana
con una lluvia de hojas otoñales que caen alrededor?
¿Ves el amor que arde en los ojos de aquel que,
aún amándola con toda su alma,
jamás podrá siquiera darle un solo beso? ¿No lo ves?
¿No escuchás a los monjes que cantan bajo la tierra,
refugiados en catacumbas intrincadas, y que esperan
el Día de la Paz en el que puedan volver a salir?
¿No resuena en tus oídos, como un lejano rumor,
el paso distante de los exiliados que buscan un nuevo hogar?
¿No podés ver, con la claridad del día y de la más despierta
conciencia
conciencia
el día de la coronación?
¿Estás diciéndome que todas esas cosas sólo están en mi
cabeza,
cabeza,
y pujan por salir?
Yo podría jurarte que las veo ahí, en la luz de tu mirada.