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Waves of unlove

Miguel y Rafael eran amigos de toda la vida, no porque su amistad se remontara al inicio de sus particulares existencias, sino porque era la promesa de una eternidad de unión a través de penar quizás en el mismo idioma.
Un día Miguel decidió amar a alguien. Puso su corazón sobre la mesa, se jugó y salió ganando. Rafael hacía rato que venía maquinando algo parecido, el ejemplo de su amigo lo alentó y al final los dos hallaron el amor.
Es así, en los círculos de amigos el amor ronda como en ondas. Basta que se forme una pareja para que aparezcan otras tres, cuatro o diez.
Pero las crísis son como lobos hambrientos que atacan por todos los flancos, en manadas. Cuando se instala el pesimismo y se contagia, todo se deteriora más rápidamente.
Rafael y Miguel encontraron el desamor el mismo día. Quedaron ahí, confundidos como quien es arrasado por una ola gigante e imprevista. Se querían, pero tanto era su dolor, que no supieron consolarse el uno al otro y se desencontraron por años y años.

El desamor también viene en ondas.