El sol descendía lentamente sobre el horizonte, y una línea de penumbras iba trepando los ancestrales muros de Varsovia. Satanás estaba parado en la plaza, viendo la gente pasar y pensando cómo se complacen los hombres con las mentiras. El verdadero centro histórico de Varsovia había sido destruido casi totalmente en la guerra. El sitio donde él estaba parado ahora, con su aspecto tan medieval, era una patraña. Una reconstrucción meticulosa, casi perfecta, de lo que había sido la ciudad antes de los morteros y la sangre, pero al fin, una mentira. El Viejo Zorro miró buscando presas a quienes tentar. Tardó poco en ver a un hombre de apariencia mediocre, sus mejores presas. Algunos idiotas condenan para siempre sus almas con tal de no verse en la obligación de mantener una charla demasiado extensa con un desconocido. El Infierno está lleno de antipáticos.